San Carlos en Cayo Hueso

By Yadira Escobar on

Nunca he hecho un peregrinaje religioso, pero la secular visitación al legendario San Carlos en Cayo Hueso tuvo una carga emotiva que muy bien califica como capitulo adicional en el largo camino de forjar un plan cada vez más concreto. Era un elemento que me faltaba en mi vida de emigrada y como muchas cosas, llegó precisamente cuando era necesario, pues antes, no hubiese sido igual. No se trata de simplemente pasearte frente a un par de fotografías sepias en la pared. No. Entre otras cosas, es sentir el peso del tiempo, y eso requiere un grado urgente de responsabilidad.

Fue importante para mi poder finalmente visitar el club del San Carlos junto a mi padre, Reinaldo Escobar y su inquebrantable voluntad por no renunciar a su cubania, la primera razón por la cual esa isla hace tanta prominente presencia en mi vida. Es el deber de los padres exiliados/emigrados, traspasar la rica herencia de nuestra identidad.

Había un calor sofocante en el segundo piso, pues como las puertas y ventanas no estaban abiertas, el calor subía sin poder circular, pero no puedo negar que incluso ese calor caribeño me transportó a mi Cuba querida, que ya llevo años sin visitar. La extraño, pues no es solo un trozo de tierra, es el complicado hogar de mi pasado, o sea, mi identidad.

Uno podrá como cubano emigrado viajar por varios rincones del planeta, hablar otro idioma y sumergirse en otras culturas, pero esa distancia solo hace el retorno más emocionalmente impactante. Es un agridulce recordatorio de quien soy y lo que quiero para los míos. Ay mi cubita, pase lo que pase, eres el esqueleto de mi esencia, el pilar escondido, pero innegable, que sostiene tantas almas criollas peregrinando por el mundo sin poder jamas renegar de tu atadura.

Cayo Hueso sería un magnifico enclave diplomático, liberal y comercial para una nueva era de relaciones saludables entre Estados Unidos y Cuba. Lo normal sería que un Ferry salga de aquí todos los días hacia la Habana, eso es lo que desea todo el mundo, pero no sucede porque todavía andamos débiles y disgregados los cubanos como en aquellos días antes de que José Martí fundara el partido único y revolucionario. Este cayo tiene una historia de relaciones con Cuba, pero la guerra fría ha dejado sus marcas y ha producido una ruptura artificial en su destino como punto de unión entre los dos países vecinos.

Exiliados con mayor o menor razón han hecho uso indebido de esta respetable institución que pertenecen a todos los cubanos, a la nación cubana y no a un partido político particular. El instituto San Carlos conocido también como “La Casa Cuba”pertenece a la nación cubana en cuerpo y alma y es muy saludable que todos los cubanos lo vean no como un local al servicio de una secta ideológica especifica. Ese no debe ser el destino de una entidad que de hecho pertenece a la república de Cuba.

Emocionante pararme frente al edificio histórico de San Carlos, en Cayo Hueso.

Admito que fue todo un orgullo poder pararme ahí, con el San Carlos a mis espaldas, en medio de un territorio estadounidense que aunque amistoso e intrínsecamente vinculado a nuestra historia, está ahora bajo una administración que se niega respetar a su histórico vecino. Los gobiernos cambian, los presidentes se expiran y los ciudadanos se van marchando, pero real idea de nación cubana perdura, y es nuestro deber asegurarnos que esa herencia no sea entregada a las futuras generaciones adulterada por modas del momento. Seamos transcendentales, amigos míos.

El momento ya pasó, pero la sensación permanece. Como toda relación importante que pretendemos cuidar, la relación con la madre patria debe ser cultivada. Ese lazo sentimental debe ser nutrido de diversas formas y precisamente, el casi doloroso reto de superar nuestros problemas nacionales es el camino que promete mayor involucramiento; quien bien te quiere te hará llorar. Como apasionados (para no decir neuróticos) cubanos que somos, nuestra tumultuosa relación con Cuba garantiza una eterna danza que lejos de ser común o de corriente patriotismo, es un reclamo por amar mientras somos queridos. Es complicado, y no pudiéramos ser diferentes.

Aquí abajo les comparto un corto video que grabamos dentro del teatro del San Carlos que sus luces fueron encendidas exclusivamente para nosotros y en ese tranquilo suspenso de tanto estimulo que ofrece la seductora calle Duval de Cayo Hueso, decidí compartir algunas emotivas ideas. Ya saben, es siempre muy grato compartir con ustedes, aunque sea a través de una pantalla.

 

 

 

 

 

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